sábado, 24 de abril de 2010

Tras la huella de Vicente Blanco "el Cojo"

Tras la huella de 'el Cojo', primer vasco del Tour

Gonzalo Melero, descendiente de Vicente Blanco, pedaleará de Bilbao a París un siglo después

24.04.10 - 02:47 - J. GÓMEZ PEÑA | BILBAO.

Hay dos bicicletas en el álbum fotográfico de la familia Blanco. Una es de Vicente Blanco, 'el Cojo', el primer ciclista vasco que participó en el Tour (1910). Es de hierro, de casi veinte kilos, sin cambios. Y de dos colores: blanco y negro, como la fotografía, como la aventura entonces. La segunda instantánea es reciente, del pasado miércoles y tomada en la Cerdaña. Retrata a Gonzalo Melero Blanco, bilbaíno y profesor de snow en la estación catalana de La Masella, sobre una 'Cervélo' de siete kilos, una joya hilada con fibra de carbono. Entre las dos imágenes hay un siglo de distancia. «Yo llevo su sangre», cuenta Gonzalo, que creció oyendo gestas de su tío bisabuelo, 'el Cojo', aquel loco maravilloso que marchó desde Bilbao a París en bicicleta para correr el Tour. «Quiero quitarle el polvo a su historia». Y por eso, el próximo 17 de mayo, en compañía de dos amigos -Óscar Esteban y Dani Suñé-, partirá desde el Ayuntamiento bilbaíno hacia la capital francesa, hasta la sede del diario 'L'Equipe', organizador de la ronda gala. A pedales sobre la huella que cien años atrás dejó otro Blanco.



«Vicente murió en 1957. Enfermó de próstata. Tenía 73 años y llevaba mucho tiempo siendo transportista», recuerda Gonzalo. 'El Cojo' tuvo dos hijastros. «Aún vive uno de ellos, Paquita, que está en Lanzarote. Y un sobrino, Jesús Blanco, que tiene noventa años». A Gonzalo le contaron que 'el Cojo' era «buena persona y un campeón». Dos oros en el campeonato de España. Le dijeron que fue todo un personaje en Bilbao. Un héroe, un torero de la bici. Pero quiso saber más. Y buscó el tacto de todos esos recuerdos. Recuperó en libros y periódicos las piezas de aquella aventura. «Como escribió Miguel Artamán, el paso de los ciclistas por una población es cosa de un minuto, pero su estela es infinita». La recorrerá a partir del 17 de mayo. Siete días en la carretera. Ya en París, entregará en la puerta de 'L'Equipe' la historia de su tío-bisabuelo. 'El Cojo'.
Gonzalo es de Deusto. Jugó al hockey hielo en el Casco Viejo y fichó luego por el Puigcerdá. El Pirineo le atrapó. El imán de la montaña. Hoy es jefe de profesores de snow. Y aventurero a tiempo parcial: «He subido al McKinley, el monte más alto de Estado Unidos. Y en China, al Mustagata, para bajarlo luego en tabla de snowboard». Aunque, para aventura, la de su tío. «La puedo recordar, repetirla es imposible». Gonzalo es de Indautxu. 'El Cojo' nació en Deusto. De padre marinero, enseguida se metió como carbonero en un barco. Al calor claustrofóbico de la sala de máquinas. De ahí, su músculo y resistencia. Las bicicletas eran una novedad en aquel Bilbao, cosa de ricos.
Según 'El Noticiero Bilbaíno', Vizcaya contaba ya con unos 840 kilómetros de carreteras. Rodaba desde 1904 la Sociedad Ciclista Bilbaína, creada en una mesa del 'Café Murga'. De hecho, la sede social quedó ubicada en un armario del bar. El ciclismo era una diversión, mezclaba carreras por el Campo Volantín con meriendas al borde de la ría. Fiesta y pedales. Vicente Blanco, que ya era botero, les veía desde su barca, con la que cruzaba pasajeros a la altura de Olaveaga. Quería una de aquellas máquinas con ruedas. Pero no le salían las cuentas. Cinco céntimos por viajero no daban ni para bicis ni para carne.
La aventura y el hambre
La únicas proteínas que cataba eran las escasas angulas que, candil y cedazo en mano, atrapaba en las bocas de las alcantarillas. Era vegetariano a la fuerza, fibroso por obligación y curtido por penitencia. Y cojo; porque en la siderurgia La Basconia una barra incandescente le dejó un agujero por el que pasaba la luz. Mala pinta para ser ciclista. Pero pudieron más el interés y el hambre. Su proverbial hambre. El ciclismo estaba entonces, a comienzos de siglo, en boga: había apuestas. Dinero, pues; y carne. A pedalear; a comer.
Necesitaba una bicicleta para llenar el plato. Se la compró a una trapera por cuatro pesetas. Barata, pero con las ruedas medio mordidas por mil ratas. Parcheó los desperfectos -llegó a usar como neumáticos las sogas con las que amarraba su embarcación- y vendió el bote, por el que sacó cinco duros, un pantalón de pana, dos camisetas y un reloj de níquel, que fue el cronómetro de sus primeros entrenamientos.
Tras ese giro vital se presentó en la Federación Atlética Vizcaína. Su presencia despertaba primero risa y luego admiración. Cojo y quería ser deportista. Dejaron de carcajearse cuando en una carrera pedestre, pese a su traqueteo, fue segundo. Ganó varias carreras y la Federación, en vista de su éxito, le dejó dinero para correr el Campeonato de España, en Gijón. 'El Cojo' invirtió la ayuda en una chuletada. Siempre el hambre. Tanto comió antes de partir que luego, ya en bici y camino de Asturias, tuvo que parar continuamente para aliviar las tripas. Así y todo, llegó a Gijón a tiempo para la carrera y se proclamó campeón de España. Ganó el título y, lo más importante, 500 pesetas. Pero le criticaron: algunos rivales le acusaron de romper la punta del lápiz con el que se firmaba en el paso intermedio para retrasar a sus competidores. 'El Cojo', para disipar dudas, volvió a proclamarse campeón de España un año después.
El hambre fue siempre su motor. Y también el espíritu de aventura. ¿Por qué no? ¿Por qué no probar eso del Tour? Había leído en el reglamento de la ronda una frase a su medida: 'El corredor sale solo a la aventura'. Sintió la llamada. La de 1910 fue una de las ediciones más brutas de la historia. Incluía el debut de los Pirineos y la tremenda etapa Luchón-Bayona. El Tourmalet, el Aubisque. Lapize, el vencedor, llamó «asesinos» a los organizadores. Hacia allá partió 'el Cojo' desde Bilbao. En su bici, con algo de comida, ningún repuesto y «muchos sueños en el zurrón», dice Gonzalo Melero.
Aguantó una etapa
Llegó a París el 2 de julio, la víspera del inicio de la carrera. Roto. Anémico y con la bici partida. Un mecánico español, Joaquín Rubio, le socorrió. Le prestó otra bicicleta y le ayudó a inscribirse en la Grande Boucle. Con el dorsal 155. Tras sólo unas horas de sueño debutó en la primera y terrible etapa: París-Roubaix, de 272 kilómetros. Sufrió caídas, pinchazos y mil golpes sobre el pavés. Aquel era un ciclismo nocturno. Los ciclista partían de noche, pedaleando sobre el túnel de luz que abrían los coches. Sombras chinas. Mineros sobre ruedas. 'El Cojo' sucumbió. Débil, vacío por el viaje desde Bilbao, llegó fuera de control. Regresó a casa y fue aclamado como un héroe. 'Cocherito', torero bilbaíno, dijo de él: «Aquí tienen al hombre que en su cuerpo reúne más cicatrices que todos los toreros de España juntos».


En primer plano Gonzalo Melero y detrás Oscar Esteban.
Foto Susana Saez

El próximo 17 de mayo, Gonzalo Melero Blanco repetirá ese viaje Bilbao-París en memoria de 'el Cojo'. Cien años después, seguirá su estela. Infinita.

Noticia original :

http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20100424/deportes/mas-deporte/tras-huella-cojo-primer-20100424.html

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